Era una apuesta que Monoprix había intentado convocando a treinta y nueve empleados de su tienda Picpus (12mi distrito de París), incluidos los funcionarios electos de la CGT, después de que cambiaron durante dos horas, dos veces, el 8 y el 19 de diciembre de 2022.
Los manifestantes denunciaron la falta crónica de personal y sus consecuencias. Estaban particularmente preocupados por ver paletas de carne fresca dejadas durante horas en pasillos sin refrigeración. Las huelgas ocurrieron cuando su colega en el departamento de carnicería, solo para hacer el trabajo de tres, fue llamado para una entrevista previa al despido.
Argumentando que las dos manifestaciones, en el interior de la tienda, habían sido muy ruidosas -una grabación difundida a la audiencia, el 28 de marzo, había permitido atestiguar el nivel de ruido- y que habían molestado a los clientes, obstaculizando así la libertad de comercio e industria, Monoprix no sólo había pedido daños y perjuicios.
efecto mordaza
Por temor a una nueva manifestación en enero, la empresa simplemente había pedido al tribunal de París “para evitar la repetición” de esta “perturbación evidente del orden público” ordenando a cualquier empleado, de la empresa o de otro, “no renovar su participación” movimiento en una tienda de Explotación Monoprix, en París o en cualquier otro lugar, bajo pena de ser condenado a 1.000 euros por persona y por infracción, durante tres años. Una suma sustanciosa, cuando la mayoría paga ronda el salario mínimo (1.383 euros netos).
Para ello, Monoprix se había valido de la citación, un procedimiento de urgencia ante un único juez que permite prescribir medidas para “para prevenir daño inminente” nosotros “poner fin a una perturbación ilícita”. Monoprix contaba con un precedente en esto: fue gracias a este procedimiento que la empresa logró poner fin, a fines de 2020, a una serie de manifestaciones, cada sábado, como parte de un largo movimiento llamado “Sábados de Revuelta”.
Pero el juez de medidas provisionales no siguió el razonamiento de Monoprix y marcó la diferencia entre la cronicidad del movimiento de 2020 y la puntualidad de las dos manifestaciones de 2022. En su auto emitido el 23 de mayo considera que “ha cesado el disturbio manifiestamente ilegítimo, ya que Monoprix no ha demostrado que las manifestaciones ilícitas en el interior de la tienda Picpus continuaran, ni que se repitieran después de las fechas controvertidas”.
Por lo tanto, el juez interino desestimó la solicitud de Monoprix de prohibir más manifestaciones. Así como su petición de que los empleados paguen los 1.116 euros en gastos de alguacil en los que ha incurrido la dirección de la tienda para que se anoten los disturbios, los días 8 y 19 de diciembre de 2022. La decisión, sin embargo, no habrá impedido el efecto “mordaza”. de este procedimiento, que ha frenado cualquier nueva voluntad de manifestación por parte de los empleados en los últimos cinco meses.