CARTA DESDE SEÚL
Todo lo que se necesita es un proyecto de construcción de una mezquita en la ciudad de Daegu, en la parte sur de Corea del Sur, para alimentar las tensiones y resaltar los límites de la apertura de la sociedad en este país.
Con el tiempo, la disputa se convirtió en un enfrentamiento que obligó a las autoridades locales a actuar. Anunciaron, el viernes 6 de enero, la instalación de una cámara de vigilancia cerca de una obra en construcción lo que alimenta un clima de desconfianza entre los habitantes y la pequeña comunidad musulmana local. Este último, reunido en el Grupo de Trabajo para una resolución pacífica del problema de la mezquita, anunció a la prensa, el 26 de diciembre de 2022, que había transmitido una petición al Relator Especial de las Naciones Unidas (ONU) sobre libertad religiosa, denunciando “la negligencia y tolerancia del gobierno y municipio de Daegu ante los actos de discriminación religiosa y odio racial”.
La controversia se remonta a septiembre de 2020, cuando las autoridades locales autorizaron la construcción de una mezquita en el distrito de Daehyeong-dong. La comunidad musulmana, que anteriormente había utilizado una pequeña casa en el barrio para sus oraciones, quería un lugar de culto que pudiera albergar a unos 150 fieles. Así nació el proyecto de un edificio de tres plantas con minarete, en un terreno adquirido en un callejón cercano por seis nacionales de Pakistán y Bangladesh.
Ya en febrero de 2021, los residentes comenzaron a quejarse ante el municipio, que luego ordenó la suspensión del trabajo. En un primer juicio en diciembre de 2021, el tribunal de Daegu dictaminó que el distrito no tenía derecho a detener la construcción únicamente por los reclamos denunciados. Las autoridades locales tenían que dar a la comunidad musulmana la oportunidad de exponer su punto de vista. El Tribunal Supremo confirmó esta sentencia en septiembre de 2022.
Musulmanes llamados ‘terroristas’
Estas decisiones no disuadieron a los opositores del proyecto, quienes ordenaron al municipio buscar otro sitio. O bien, ningún lugar designado cumplió con los deseos de los musulmanes que buscaban un lugar a poca distancia de la universidad cercana y capaz de acomodar al menos a cien fieles. “Casi todos los barrios consultados se opusieron al proyecto”Tuvo que reconocer el municipio.
Por lo tanto, las tensiones vecinales persisten. “Vivíamos en armonía con la comunidad musulmana, compartiendo alimentos y regalos durante las fiestas. No nos quejamos de sus reuniones. Pero la construcción de una verdadera mezquita va a tener muchos más fieles”preocupa a un residente entrevistado por el diario Heraldo de Corea y hablando de los callejones atestados de estudiantes musulmanes en bicicleta o moto que llegan en grupos a orar.
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